Hoy es viernes, como sabeis es el día que acordamos para "hablar de mi libro"
L-2:La mutación pretende engañar. Intenta eximir al socialismo de su inmensa culpa en la crisis de nuestras sociedades. Limpiar a los políticos socialistas de su infinita responsabilidad.
Busca señalar culpables, sobre los que desviar la atención, reclamando, como siempre ha hecho el socialismo, los más bajos instintos de la especie, las más bajas pulsiones de la persona: esa mezcla de resentimiento e irracionalidad, ingredientes habituales del brebaje socialista.
No es preciso darle muchas vueltas para dictaminar la sentencia: los culpables son los banqueros.
‘Indignaos' es, al fin y al cabo, el libro de Petete del socialismo mutante, sin renunciar a sus monsergas, apropiadas para cualquier mente simple y degradada.
"Porque el poder del dinero nunca ha sido tan grande, insolente, egoísta con todos, desde sus propios siervos hasta las más altas esferas del Estado. Los bancos, privatizados, se preocupan en primer lugar de sus dividendos y de los altísimos sueldos de sus dirigentes, pero no del interés general. Nunca había sido tan importante la distancia entre los más pobres y los más ricos, ni tan alentada la competitividad y la carrera por el dinero".
Retahíla marsixtoide, mil veces repetida, año tras año, obviando el hecho de que desde la segunda guerra mundial han sido socialistas quienes han gobernado, quienes han dominando y estatalizado las sociedades y las economías. Ellos son los culpables. El socialismo es el culpable.
No, los culpables no han sido los banqueros. No, los banqueros no han sido los autores de ningún crimen, ni los culpables de la crisis. La culpabilidad recae, en exlusiva, en los políticos socialistas, bien entendido que en la degradación socialista de nuestras democracias todos los políticos lo son en distintos grados y todos participan en distinta manera.
Todos, por ejemplo, sitúan al Estado como el elemento de cohesión social y no, en su gigantismo, como el ente opresor que está destruyendo nuestra sociedades y todos se dirigen a sus opiniones públicas dispuestos a mantener el Estado de bienestar insostenible.
Por de pronto, la crisis no es sólo financiera, sino que es de modelo, de socialismo, de funcionarización, de estatismo rampante y desmedido. También en lo relativo a la financiera, el culpable ha sido el socialismo en su mutación políticamente correcta.
En Estados Unidos, la espoleta la armó la Administración de Jimmy Carter, que, en 1977, dictó la Community Reinvestment Act, por la que se obligaba a los bancos a prestar dinero a colectivos desfavorecidos, mediante consideraciones de pobreza y de raza; mediante criterios socialistas, pues el socialismo siempre ha sido demagógico y racista.
Es preciso reconocer que los banqueros se resistieron a entrar a un juego desastroso que eliminaba todos los criterios de prudencia bancaria: se trataba de prestar a quienes no podían devolver el dinero.
El gran salto adelante hacia el precipio se dio en el año 1999, durante la presidencia de Bill Clinton, y el vector del dinamismo fue Fannie Mae Corporation, una aseguradora estatal, que avaló todos esos préstamos. Los banqueros habían sufrido, además, una persecución de grupos litigantes, que llevaban a los bancos a los tribunales mediante el análisis de sus balances, no con racionales criterios económicos sino con emotivos criterios raciales. Obama colaboró con ACORN, uno de esos grupos litigantes.
En septiembre de 1999, Fannie Mae Corporation comenzó un plan piloto que incluyó a 24 bancos operativos en 15 mercados diferentes, incluyendo el área metropolitana de Nueva York, con avales para animar a los bancos a prestar a personas no solventes, pero con posibilidades de convertirse en caladeros electorales.
En la primavera de 2000, el programa se generalizó y Fannie Mae Corporation pasó a ser la mayor aseguradora norteamericana de préstamos hipotecarios.
Ello no fue óbice para que tanto ella como su hermana, también estatal, Freddie Mac, fueran denunciadas judicialmente por discriminación racial. Los bancos, impulsados a esta política pseudomoral y económicamente suicida, exigieron mayor implicación de las aseguradoras y el alud no hizo otra cosa que crecer, con el aval del Estado, de forma que cuando la estafa estallara sería el Estado el que tendría que asumir las pérdidas. Así fue.
No, los banqueros no han sido la causa del desastre, sino que han actuado como cómplices de los políticos intervencionistas, socialistas. Los banqueros se plegaron a la francachela sabiendo que los políticos no les dejarían en la estacada, porque estos eran los culpables del desastre y se iban a cuidar muy mucho de asumir cualquier responsabilidad ante los ciudadanos.
Así que establecieron una alianza tácita y, en ocasiones, explícita. Los políticos socialistas harían pagar los platos rotos a las clases medias, al sufrido y expoliado contribuyente.
De modo que, en medio de la histeria, y para borrar las huellas del crimen, todos los números rojos de las burbujas montadas por los políticos fueron transferidos a los contribuyentes, mientras se trasvasaban fondos públicos, o directamente o mediante avales, a los bancos.
Los banqueros pudieron, de esa forma, eludir las peores consecuencias de la hecatombe y mantener sus altos emolumentos, en vez de quebrar.
Se dio una respuesta depredadora típicamente socialista y los políticos arruinaron aún más a las sociedades, a las familias y a las personas. Es para indignarse y mucho. Con el socialismo, con los políticos y con los banqueros, por supuesto, pero no en cuanto banqueros, sino en cuanto cómplices de los políticos.
Con esa indignación, miles de españoles secundaron la convocatoria de Enrique de Diego, a través de la Plataforma de las Clases Medias, para protestar contra la esquilmación de los contribuyentes, el 23 de noviembre de 2008. No se dio ninguna noticia, porque los medios de comunicación están controlados por los socialistas, han sido prostituidos por el intervencionismo político. Es también para indignarse y mucho.
Busca señalar culpables, sobre los que desviar la atención, reclamando, como siempre ha hecho el socialismo, los más bajos instintos de la especie, las más bajas pulsiones de la persona: esa mezcla de resentimiento e irracionalidad, ingredientes habituales del brebaje socialista.
No es preciso darle muchas vueltas para dictaminar la sentencia: los culpables son los banqueros.
‘Indignaos' es, al fin y al cabo, el libro de Petete del socialismo mutante, sin renunciar a sus monsergas, apropiadas para cualquier mente simple y degradada.
"Porque el poder del dinero nunca ha sido tan grande, insolente, egoísta con todos, desde sus propios siervos hasta las más altas esferas del Estado. Los bancos, privatizados, se preocupan en primer lugar de sus dividendos y de los altísimos sueldos de sus dirigentes, pero no del interés general. Nunca había sido tan importante la distancia entre los más pobres y los más ricos, ni tan alentada la competitividad y la carrera por el dinero".
Retahíla marsixtoide, mil veces repetida, año tras año, obviando el hecho de que desde la segunda guerra mundial han sido socialistas quienes han gobernado, quienes han dominando y estatalizado las sociedades y las economías. Ellos son los culpables. El socialismo es el culpable.
No, los culpables no han sido los banqueros. No, los banqueros no han sido los autores de ningún crimen, ni los culpables de la crisis. La culpabilidad recae, en exlusiva, en los políticos socialistas, bien entendido que en la degradación socialista de nuestras democracias todos los políticos lo son en distintos grados y todos participan en distinta manera.
Todos, por ejemplo, sitúan al Estado como el elemento de cohesión social y no, en su gigantismo, como el ente opresor que está destruyendo nuestra sociedades y todos se dirigen a sus opiniones públicas dispuestos a mantener el Estado de bienestar insostenible.
Por de pronto, la crisis no es sólo financiera, sino que es de modelo, de socialismo, de funcionarización, de estatismo rampante y desmedido. También en lo relativo a la financiera, el culpable ha sido el socialismo en su mutación políticamente correcta.
En Estados Unidos, la espoleta la armó la Administración de Jimmy Carter, que, en 1977, dictó la Community Reinvestment Act, por la que se obligaba a los bancos a prestar dinero a colectivos desfavorecidos, mediante consideraciones de pobreza y de raza; mediante criterios socialistas, pues el socialismo siempre ha sido demagógico y racista.
Es preciso reconocer que los banqueros se resistieron a entrar a un juego desastroso que eliminaba todos los criterios de prudencia bancaria: se trataba de prestar a quienes no podían devolver el dinero.
El gran salto adelante hacia el precipio se dio en el año 1999, durante la presidencia de Bill Clinton, y el vector del dinamismo fue Fannie Mae Corporation, una aseguradora estatal, que avaló todos esos préstamos. Los banqueros habían sufrido, además, una persecución de grupos litigantes, que llevaban a los bancos a los tribunales mediante el análisis de sus balances, no con racionales criterios económicos sino con emotivos criterios raciales. Obama colaboró con ACORN, uno de esos grupos litigantes.
En septiembre de 1999, Fannie Mae Corporation comenzó un plan piloto que incluyó a 24 bancos operativos en 15 mercados diferentes, incluyendo el área metropolitana de Nueva York, con avales para animar a los bancos a prestar a personas no solventes, pero con posibilidades de convertirse en caladeros electorales.
En la primavera de 2000, el programa se generalizó y Fannie Mae Corporation pasó a ser la mayor aseguradora norteamericana de préstamos hipotecarios.
Ello no fue óbice para que tanto ella como su hermana, también estatal, Freddie Mac, fueran denunciadas judicialmente por discriminación racial. Los bancos, impulsados a esta política pseudomoral y económicamente suicida, exigieron mayor implicación de las aseguradoras y el alud no hizo otra cosa que crecer, con el aval del Estado, de forma que cuando la estafa estallara sería el Estado el que tendría que asumir las pérdidas. Así fue.
No, los banqueros no han sido la causa del desastre, sino que han actuado como cómplices de los políticos intervencionistas, socialistas. Los banqueros se plegaron a la francachela sabiendo que los políticos no les dejarían en la estacada, porque estos eran los culpables del desastre y se iban a cuidar muy mucho de asumir cualquier responsabilidad ante los ciudadanos.
Así que establecieron una alianza tácita y, en ocasiones, explícita. Los políticos socialistas harían pagar los platos rotos a las clases medias, al sufrido y expoliado contribuyente.
De modo que, en medio de la histeria, y para borrar las huellas del crimen, todos los números rojos de las burbujas montadas por los políticos fueron transferidos a los contribuyentes, mientras se trasvasaban fondos públicos, o directamente o mediante avales, a los bancos.
Los banqueros pudieron, de esa forma, eludir las peores consecuencias de la hecatombe y mantener sus altos emolumentos, en vez de quebrar.
Se dio una respuesta depredadora típicamente socialista y los políticos arruinaron aún más a las sociedades, a las familias y a las personas. Es para indignarse y mucho. Con el socialismo, con los políticos y con los banqueros, por supuesto, pero no en cuanto banqueros, sino en cuanto cómplices de los políticos.
Con esa indignación, miles de españoles secundaron la convocatoria de Enrique de Diego, a través de la Plataforma de las Clases Medias, para protestar contra la esquilmación de los contribuyentes, el 23 de noviembre de 2008. No se dio ninguna noticia, porque los medios de comunicación están controlados por los socialistas, han sido prostituidos por el intervencionismo político. Es también para indignarse y mucho.
No hay que tener miedo a hablar:"Los culpables son los políticos socialistas, no los banqueros"
Aquí os dejo un estracto del libro ¡Indignaos con Razón! Lee el libro, haz tu propia crítica...y luego hablamos
Periodista Digital
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